INTRODUCCIÓN

Abordo este tema tan “alto”, tan “secreto” y “misterioso” con una alta preocupación, pues la Madre no nos ha explicado ni el qué ni el cómo acontecen estos fenómenos místicos, típicos de las almas que han llegado al más alto grado de santidad y que han sido agraciadas por Dios con visiones, y con otros fenómenos místicos. Si hubiese intentado explicarnos qué acontece en esas “visiones” de Dios, iríamos más seguros a la hora de hablar sobre ellos.

Estos fenómenos están tan alejados de las experiencias humanas, que ni los mismos místicos, que han disfrutado de ellos, han sabido traducir en palabras o en imágenes estas experiencias. Están fuera del alcance de toda explicación humana. Si esto les sucede a los místicos, imaginemos cómo uno, que está tan lejos de esas experiencias, puede decir algo verídico y sensato sobre este don de Dios a algunas almas privilegiadas.

No obstante, he querido abordar el tema por amor filial a la Madre, por amor a la Congregación y por curiosidad espiritual. No sé si saldrá algo útil. Me sentiría satisfecho si sólo pasase como un trabajo donde no haya errores graves y afirmaciones no verdaderas.

Este es un tema en el que a menudo se suelen decir muchas cosas no verdaderas e imprecisas por simplificar demasiado los contenidos. Corrientemente se suele afirmar que los místicos, en los éxtasis, “ven” a Dios, que se les “aparece” Dios, dando a esos verbos (ver y aparecer) el mismo significado que les damos en la vida corriente de cada uno. Se toma el verbo “ver” si el místico viera a Dios con los ojos humanos, como nosotros vemos un objeto o una persona. Lo mismo pasa con el verbo “aparecer”: Dios se aparece al místico en forma humana y así lo ve, entiende lo que le dice y responde como si estuviera con otra persona.

Los místicos, durante los éxtasis, tienen el órgano de la vista “suspendido”, esto es, paralizado, no ven. Igualmente con los restantes sentidos externos e internos y con las potencias del alma.

Pero los místicos “ven”, “oyen”, “hablan”, “gozan” de la visión de Dios. ¿Cómo? El místico es transportado a “otro lugar”, a “otro mundo”, a “otra forma de ver”, de comunicarse y de gozo íntimo, que el místico no acierta a explicar porque es “otra región” totalmente desconocida para él. Es la “región” de Dios.

Los éxtasis asumen mil formas variadas: los hay en los que sólo se contempla, se goza y se oye, otros donde el místico dialoga con Dios sirviéndose de la palabra humana, otros son “ráfagas” de luz interior, etc...

De la Madre tenemos registraciones “parciales” y, a veces fragmentarias, de los éxtasis “hablados” por la Madre. Son súplicas, peticiones, sentimientos y deseos que la Madre expone a Dios a quien “ve”. Son respuestas a Dios y a algunos deseos de Dios. De esas “peticiones” manifestadas a Dios, a veces podemos intuir lo que Dios le está pidiendo. Otras veces dan la impresión de que Dios está presente ante la Madre, pero en “silencio”, hablando a la manera divina y dejando que la Madre responda a viva voz. Dios está allí presente para confortarla, para reforzarla, para manifestar su alegría por lo que está haciendo, o su pena por lo que otros hacen. Otras veces le manifiesta sus dolores vividos en la Pasión para que se asocie a su misma misión salvadora.

Estos “diálogos” con Dios de la Madre son para nosotros de un valor espiritual incalculable. Podemos individuar directamente la “experiencia” que la Madre “tiene” de Dios, podemos “ver” directamente los puntos fundamentales de la espiritualidad  que preocupan a la Madre, podemos entender el por qué de ciertas actuaciones de la Madre que en sus días no fueron del todo comprendidas y compartidas,  podemos, viendo su ejemplo, ver mejor las exigencias de la santificación en el A. M., a esto me ceñiré en este trabajo.

Son oraciones espontáneas de la Madre. Son concisas y encierran conceptos similares que nos hablan a nosotros si se colocan esas frases y esos sentimientos en un contexto adecuado. Esto hace que la reflexión sobre ellos parezca repetitiva de algunos temas. Lo es, pero esos temas, en su contenido peculiar, son nuevos y originales.

Estas páginas son, y deseo que así se lean, una “meditación personal”. Son sólo eso, meditación personal. No son “estudio”. Me gustaría poder conocer las reacciones, las aclaraciones, las correcciones de quien leerá estas páginas, pero me temo que esto se dará en el éxtasis del cielo al que todos estamos invitados por Dios

Quien llegue en su lectura al final de estas páginas, es digno de que le hagan un monumento por su aguante, paciencia y sufrimiento.