Introducción

El éxtasis es la oración más sublime y el diálogo más entrañable  con Dios que el alma creyente puede tener. Los dos, Dios y criatura, cara a cara, hablan y, directamente, el alma expone a Dios  de lo que más le apremia y Dios, directamente, pide al alma lo que espera y desea de ella.

Nadie puede oír lo que Dios dice al vidente. Es espíritu y su hablar no tiene sonidos perceptibles a los humanos ajenos al éxtasis. El diálogo extático entre Dios y la criatura es terreno sagrado e intimidad inalcanzable para quien no ha sido admitido a ese encuentro.

En los éxtasis de la Madre  los oyentes curiosos podían oír sólo  lo que ella le decía a Dios, tanto es así,  que muchos éxtasis, sólo parcialmente, se han grabado. Por eso, lo que la Madre dice y contesta a Dios se entiende, pero lo que Dios dice sólo se puede intuir  parcialmente por las respuestas de la Madre  y por lo que la Madre pide o contesta a Dios.

Una característica de los diálogos extáticos de la Madre es que son diálogos muy insistentes en la petición, sin descanso, y la misma petición es formulada con insistencia de muchas formas. Ella practicaba lo que enseñaba. En su expresión orante externa la Madre ora extáticamente como ora normalmente cualquier creyente. No son diálogos largos sobre un tema. Más bien son cortos, al menos los que han sido grabados. Durante el éxtasis la Madre pasa de un tema a otro con bastante facilidad. Y hay otra característica: da la impresión de que las respuestas de Dios son más bien cortas y muy pocas. Es la Madre la que ora.

¿De qué hablaba la Madre en los éxtasis? Creo que es importante detenernos un poco sobre este tema por varios motivos:

- Para percatarnos de que la fuerza y la grandeza de este fenómeno místico (el éxtasis) no reside en lo que el alma dice a Dios o en lo que puede el alma recibir de él, sino en la entrega mutua entre Dios y el alma a la que Dios ha elevado al místico. Es una forma de unión esponsal entre el alma y Dios y es prototipo y anticipo de lo que nos espera a todos en el mundo futuro.

- En la escucha de los éxtasis no hay experiencias que cambian al oyente curioso, no se oyen palabras arcanas, no se desvelan secretos ocultos, no se ve a Dios y no se dan fenómenos llamativos. Todo es normal.

- Nos sirve, también, para percatarnos de que nuestra oración debe asemejarse a un éxtasis, ciertamente a nuestra medida y altura espiritual

Sé perfectamente que este tema puede resultar pesado y que no suscitará gran interés en los pocos que leerán estos folios. No es esa la finalidad de este trabajo. Es una meditación personal, con la que deseo “llenar” mi oración personal de contenidos, de actitudes, de formas y de valores, imitando, en lo posible, la oración de la Madre. Consciente de ello, lo abordo con ilusión y curiosidad, porque una cosa es decir escuetamente “la Madre en los éxtasis hablaba de todos los temas que en su vida diaria le apremiaban” y otra muy diferente es leer, descubrir y comprender  cómo, hasta las cosas más indiferentes, pueden asumir la categoría de diálogo con Dios: se puede hablar de ellas con Dios en persona y Dios las escucha y es feliz oyendo esa petición orante. Y también constatar cómo Dios, el infinito, se acomoda en nuestra oración a nuestro ser y es feliz de “entretenerse” con nosotros hablando de nuestras pequeñeces.

Los éxtasis de la Madre, analizando la forma en la que nos han llegado, teniendo en cuenta el material auditivo que tenemos y a la luz de los contenidos que encierran,  los podemos catalogar en tres períodos bien definidos:

-  Un primer período que va desde 1926 a 1963.  En 1926 tenemos los primeros documentos que atestiguan que la Madre ya tenía éxtasis. Es un período largo del que sabemos que la Madre tuvo estos fenómenos místicos con mucha frecuencia, pero no existe nada de escrito y ninguna grabación que documenten lo que la Madre decía en esos éxtasis. Pongo como fin de este período el 1963 porque la primera grabación que tenemos (al menos por la documentación a la que he tenido acceso)  tiene fecha 30 de septiembre de 1963

-  El segundo período puede ir del 30 de septiembre de 1963 al 15 de agosto de 1968. Es el período intenso, período de las grandes obras que el Señor pide a la Madre. Prácticamente en esa fecha (15 de agosto de 1968) terminan las grandes obras y la Madre, a partir de esa fecha  se dedica en cuerpo y alma a la formación de los hijos e hijas. En este período los temas de los que la Madre habla con Dios son inmensamente variados, de todo tipo, desde petición de ayuda para cumplir en todo la voluntad divina, de las obras que debe realizar, hasta que decirle a Dios que debe cambiar de lugar el gallinero y la cuadra de cerdos.

-  Un tercer período puede ir desde el 1968 hasta el 29 de abril de 1974, fecha esta última en la que terminan las grabaciones. En este período el tema, casi único, es la formación de las Congregaciones y la petición a Dios para que el verdadero espíritu de A. M. se mantenga en las dos Congregaciones.