4. No ofenderle nunca jamás

Lo más contradictorio a la gloria de Dios y a la santificación del nombre de Dios es “disgustarle”, aunque sea en cosas sin importancia. Hay que sufrir lo que sea, hay que luchar contra la naturaleza hasta en lo más insignificante, hay que hacer lo que a Dios le agrada siempre y en todo. Las imperfecciones existirán siempre, pero lo que no puede faltar es la voluntad de dar a Dios todo lo que le agrada y manda. “Mira Señor, que la naturaleza es muy rebelde y es muy difícil y costoso caminar en contra de la propia naturaleza. Ayuda Señor, a estas hijas para que luchen, sufran y hagan aquello que Tú creas, pero que no te ofendan un solo momento[342]. “Que yo no te dé ningún disgusto, ninguno, ni tampoco las hijas”[343]

La naturaleza siempre pedirá algo para sí, para contentar su necesidad de descanso y de gozo. También los santos la experimentaron y también la Madre. Es normal, pero al “animalillo” hay que darle pienso pasado por el amor a Dios. “Este animalillo va adelante así, ... pero que no te haga sufrir, ¡Jesús mío! Todavía no he conseguido procurarte toda la gloria que deseo darte[344].

Es admirable en las alturas en que se mueve la Madre: todo para Dios y sólo para él y nada para ella, nada. “Deseo vivir para Ti y por Ti morir si es necesario, pero, Jesús mío, quiero darte mucha gloria, pero así, sin ruido, sin tanta historia; lo que Tú digas y como Tú digas y lo que Tú quieras, no lo que yo piense, ni sienta, ni te haya dicho. Yo te digo que quiero vivir para amarte y quiero amarte para vivir por toda una eternidad junto a Ti, cerca, muy cerca de Ti; pero ahora, durante todo el tiempo que Tú creas oportuno, hacer siempre tu divina voluntad[345]

Da escalofríos la decisión de la Madre en este punto. “Si es así como dicen (la habían acusado de cosas bastante graves), perdóname, Señor, que yo no quería causarte este disgusto. No he pensado jamás cometer acción semejante, pero si es que lo he hecho, quítame la vida, Señor, no me des la satisfacción de ver terminado tu Santuario. Dame el purgatorio que Tú quieras y por los siglos que Tú quieras ... el infierno no, ¡eh! el infierno no, Señor, porque allí no tengo la posibilidad de verte. Al purgatorio sí, porque un día tendré la dicha de volverte a ver tan bello como eres y poderte contemplar de nuevo. Mándame al purgatorio para el tiempo que quieras, pero al infierno no, esto no; aunque te digo la verdad - y Tú lo sabes - que si eso ha pasado por mí, yo no me he dado cuenta y así mismo me sucede con las otras cosas que hago en el voto de pobreza, ... perdóname igualmente”[346].

¡Qué lejos de ella lo que en sus últimos años de vida los teólogos llamaron “la espiritualidad de los tiempos nuevos”. “Haz, Jesús mío, que todos ellos sean santos, ¡ayúdales Señor! Que no te den jamás ningún disgusto ni los hijos ni las hijas, que te den siempre gloria, que sirvan de ejemplo para las almas que te buscan, que vengan a copiar de estos hijos, ¡hazlo, Jesús de mi vida! congratúlate con todos ellos. Que sean el refugio de los pecadores, para esas almas que están sumergidas en el fango[347]”. “Hazlo, Jesús de mi vida, ayúdales siempre; líbrales de mil peligros para que no cometan jamás un solo pecado y así, un día, hijos e hijas puedan recrearse Contigo en el paraíso”[348].

Disgustar a Dios, no digamos ofenderle, nunca y por nada. Antes perder la vida e ir con Dios al cielo. “Y tampoco yo! lejos de mí el poder hacer lo que no se debe hacer, no lo permitas, Jesús, no lo permitas!! Primero quítame la vida, que en tus manos está; la vida y la muerte, todo, está en tus manos. Si Tú ves que yo voy a caminar mal, no me dejes ni menos esta noche vivir, quítame, Jesús mío, la vida y mándame donde Tú quieras, si es que yo puedo darte un disgusto a Ti, ¡Jesús mío!!”[349]. “Quiero vivir Contigo, te tengo dentro el corazón: "Véante mis ojos y que yo me muera luego", basta que yo te vea, basta que yo vea que estás contento[350]

Incluso su amor maternal que se inclina más fuertemente hacia sus hijos e hijas lo considera una indelicadeza para con Dios que ama a todos lo mismo. “Quiero que me ayudes a santificarme, Señor, pero unida a Ti, que yo pueda estar segura de que estoy Contigo; ayúdame, porque fácilmente se inclina uno hacia una cosa u otra y comprendo que esto no te puede, aunque comprendo agradar, Jesús. No lo quiero hacer, pero ciertamente, el corazón se me va allí donde están los hijos y las hijas, para que Tú las ayudes que Tú eres para todos igual[351].

Incluso el pedir machaconamente por los hijos e hijas, olvidando pedir por ella para que Jesús no la deje caer en la debilidad propia de su naturaleza cansada y agobiada lo considera posible falta de amor, disgustando así a Jesús. “No sé si te agrada, Jesús, que yo esté siempre con la misma historia de que, "los hijos y las hijas... y que si los hijos así y las hijas de la otra manera..." y yo de mí no te digo nada; pero Tú sabes, Jesús, que no tengo qué decirte porque te lo he dicho todo. A Ti no te puedo decir nada más que: Padre, ¿cómo estás? yo, Padre mío, velo por Ti; quiero amarte muchísimo, quiero amarte al grado que Tú estés contento y que yo pueda sufrir todo aquello que Tú creas que debo sufrir; pero, Jesús mío, no me abandones, no me abandones, no me abandones ni abandones a estos hijos y estas hijas. [...] Sí, sí, pero Jesús yo estoy más tranquila; sí, y creo que no te disgusto por esto. Pero tengo miedo de mí misma; miedo sí, mucho miedo de mí misma porque no sé sufrir, no sé resistir tantas cosas, o algunas, porque tampoco es tanto lo que sufro. Así es que, Jesús mío, me doy completamente a Ti; Tú, Jesús mío ... Pero yo, Jesús mío, no quiero más que una cosa: darte gloria y llegar a santificarme”[352].

“Pero tienes que ayudarme, Jesús mío, tienes que ayudarme sino ... no sé porqué, pero a veces me descuido en algunas cosas que después me dan pena; pero mi naturaleza es díscola, Jesús, es díscola ... eh! no, aquello que no le va...! me cuesta trabajo meterla en regla para que vaya ... no, no es fácil, tengo que luchar conmigo misma para conseguir aquello que mi alma desea, para unirla a Ti, Jesús mío! Ayúdame, Jesús, ayúdame Tú para que jamás el amor propio me impida hacer lo que Tú me digas; que jamás el amor propio se meta en medio, ni tampoco el qué dirán; no quiero más que estén en medio, solamente Tú, Jesús, para ayudarme a caminar como Tú quieras, santificando mi alma y la de los que conmigo traten, de aquellos que habitan con nosotros, que ninguno te ofenda, Jesús mío; esto no lo quiero[353].

Quiero pedirte, esto sí: la gracia de que mi alma esté siempre como Tú la quieres ver; que Tú te puedas recrear en ella y que no te sea duro o brusco el encuentro con mi alma: hoy, mañana, jamás, ¡jamás! ¡no, Jesús mío!!”[354]

“Alguna vez, Tú lo ves, yo también me descuido; no soy tan constante como debiera serlo; unas veces tardo más otras menos ... No quisiera, Jesús mío, darte ningún disgusto, no, ninguno, ninguno!”[355]

“En cuanto a mí siempre que tenga la desgracia de hacer algo que a Ti te desagrada, dame fuerte para que así aprenda, pero también ayúdame para que yo pueda amarte mucho, muchísimo. Que yo no llegue a amar otra cosa sino a Ti, Jesús! ninguna cosa ni a nadie como a Ti; que tenga la dicha de amarte en la casa religiosa y fuera de ella, donde quiera que me halle, con la labor que sea[356]

“Me encuentro un poco desanimada porque no veo las cosas que esperaba, ¡Jesús mío! Ayúdame para que yo haga tu divina voluntad y haga que la hagan también todos los que conmigo tratan. Que nuestra voluntad sea la vuestra, Señor! que nuestros deseos sean los vuestros, ¡Señor! que ni yo ni nadie tengamos deseos diversos de los vuestros; no, Padre, no, deseos diferentes, ¡no! Deseos de amarte; deseos de hacer tu divina voluntad; deseos de ayudarte; todo eso sí, ¡Jesús mío! Pero primero morir antes que hacer una cosa que a Ti te desagrade; no quiero hacerla ni que delante de mí se haga, Jesús mío, absolutamente!”[357]

“Yo no pretendo nada, no quiero nada; no quiero vivir, ni quiero morir; no quiero nada más que aquello que Vos, Dios mío, queráis que pase por ello. Jesús mío, no quiero otra cosa sino eso: pasar por todo antes que hacer lo que no debo y daros con ello un disgusto; antes que estar entre tanta gente y pensar si yo voy a tener así a los hijos[358].

“Yo quería decirte eso, que estaba dispuesta a esto y quería verte para ver si podía decírtelo: no sea que yo esté haciendo un embrollo... embrollo no, un enredo ahí que no se sabe... no; te lo digo claro como yo lo siento, ahora si lo que te he dicho Tú crees que no se debe hacer, Jesús mío, no he dicho nada; Tú me dices: "no has dicho nada" y yo te digo: "tienes razón" pero quiero hacer tu voluntad.[359]


[342] Pan 22, 298

[343] Pan 22, 793

[344] Pan 22, 465

[345] Pan 22, 465

[346] Pan 22, 233

[347] Pan 22, 418

[348] Pan 22, 419

[349] Pan 22, 493

[350] Pan 22, 522

[351] Pan 22, 536

[352] Pan 22, 537-40

[353] Pan 22, 542-43

[354] Pan 22, 612

[355] Pan 22, 617

[356] Pan 22, 644

[357] Pan 22, 819-20

[358] Pan 22, 709-10

[359] Pan 22, 1102