7. Vivir para dar gloria a Dios en todo

Como hemos tenido ocasión de comprobar, el tema anterior va muy unido a otro tema que la Madre vive con una intensidad exclusiva: no tiene otra aspiración y meta que dar gloria a Dios en todo.

En una de las pocas exposiciones explícitas que la Madre hace de su interioridad espiritual dice: “El alma que ha llegado a este estado de santidad vive únicamente con la preocupación y la necesidad de glorificar a su Dios, y lo hace por todos los medios; no aspira más que a honrarle y no vive sino para agradarle; Dios es su todo y su gloria es toda su hambre y toda su sed; su beneplácito es su único alimento y no apetece nada del cielo ni quiere nada sobre la tierra, fuera de la voluntad de su Dios y los deseos de su corazón y las múltiples necesidades de su cuerpo se resumen en esta sed única, y absorta o dominada por ella, olvida su satisfacción humana y los goces falsos que provienen de las criaturas y que tienden a detenerla fuera y al lado de la gloria de su Dios”[391]

En los éxtasis la Madre habla sin miedos y sin filtros de su experiencia interior, de sus deseos y preocupaciones espirituales. Está sola ante Dios y a Dios puede decirle todo lo que siente y vive.

Cumplir la voluntad de Dios es su única preocupación y una necesidad. No es sólo deseo. Es como “una sed abrasadora de dar gloria a su Dios[392]. Así escribía: “¿No seré toda para Ti, como Tú lo eres todo para mí? Tú sabes, Jesús mío, que yo no deseo más que amarte, sufrir y tiempo hace que creo no ambiciono otra cosa que tu gloria. Ayúdame Tú para que yo pueda darte siempre todo cuanto me pidas, pues mi único deseo es darte gusto”[393]. “No sé qué me sucede, Padre mío, sólo sé decirle que siento desde ayer en mí una dulce paz y esto a pesar de que mis distracciones en estos dos días son muy escasas. Siento que no ambiciono más que dar gloria a Nuestro Dios; tiempo hace deseaba sufrir, o de lo contrario morir, para unirme con Nuestro Dios, pero hoy, Padre mío, lo mismo me da vivir que sufrir, con tal que El esté contento y sea glorificado; no pienso más que en contemplarle y siento grande ansia de que me pida para darle[394]

En los éxtasis repite lo mismo, pero con acentos de súplica y de abandono confiado. “Este animalillo (su cuerpo) va adelante así, ... pero que no te haga sufrir, ¡Jesús mío! Todavía no he conseguido procurarte toda la gloria que deseo darte. Deseo vivir para Ti y por Ti morir si es necesario, pero, Jesús mío, quiero darte mucha gloria, pero así, sin ruido, sin tanta historia; lo que Tú digas y como Tú digas y lo que Tú quieras, no lo que yo piense, ni sienta, ni te haya dicho. Yo te digo que quiero vivir para amarte y quiero amarte para vivir por toda una eternidad junto a Ti, cerca, muy cerca de Ti; pero ahora, durante todo el tiempo que Tú creas oportuno, hacer siempre tu divina voluntad[395].

No se trata sólo de cumplir la voluntad de Dios, sin más. Aspira a darle a Dios la mayor gloria posible en todo lo que hace. En esta dinámica, el camino no tiene fin. Siempre se puede ir más lejos en la abnegación, en el sacrificio y en la renuncia, para ser don total. “Yo me abandono en Ti, soy toda tuya como si fueses Tú el que hablas dentro de mí. No quiero nada más que darte gloria a Ti y a la Madre (la Virgen) ¡a Ti y a la Madre![396]. Yo no quiero más que darte gloria, poder decir que te poseo y que te amo solamente a Ti[397]. “Yo, Jesús, no deseo nada más que darte gloria a Ti, ayudarte a Ti” [398]

Dar gloria a Dios renunciando incluso al gusto personal de sentirse gratificados por el bien hecho. Hay que morir a sí mismos, hay que dar la vida entera por la gloria de Dios, en nada mirarse a sí mismos, pero de este cumplimiento absoluto debe resultar claro y nítido que ese bien lo cumple Dios mismo, no la criatura. “Diles, Señor, a las hijas que eres Tú quien las guías, que Tú eres el Piloto y que esta su Madre no ambiciona otra cosa más que darte gusto a Ti, darte gloria, darte cuanto me pides y que otro tanto hagan los hijos e hijas. Hazles ver siempre y en estos días más, a hijos e hijas, que si es verdad que habrán tenido que sufrir la vergüenza a causa del vil instrumento que has escogido para su fundación, es para que se vea que yo he hecho bien poco, que todo lo has hecho Tú[399].

Llaman poderosamente la atención los detalles a los que llega la Madre en su afán de dar gloria a Dios. En una ocasión, al retirarse a la habitación porque agotada por el recibimiento de peregrinos y pasado el tiempo de los actos de comunidad, lo llama “habitación triste” por la preocupación de no haberle dado a Dios todo, incluso casi lo imposible. “La llamo triste porque creo que allí a Ti te molesto y no te doy gloria; la llamo triste porque me parece que te soy un poco rebelde y giro de aquí para allá resistiéndome a hacer tu voluntad y aunque te digo que mi mente y corazón están dispuestos a todo, mi naturaleza se rebela y no la cumple[400].

Cumplir la voluntad de Dios es para ella signo de “poseer” a Dios, de “amarle”, “saciedad de todos sus deseos”, es su única aspiración y “no quiere otra cosa”. “Yo no quiero más que darte gloria, poder decir que te poseo y que te amo solamente a Ti; quiero saciar todos tus deseos, no quiero otra cosa”[401]. “No, para mí no quiero nada, nada absolutamente, Jesús mío, no; quiero lo que Tú quieras, quiero, esto sí, darte mucha gloria a Ti, muchísima gloria, de la manera que Tú quieras y como Tú quieras[402]. “No, para mí no quiero nada, nada absolutamente, Jesús mío, no; quiero lo que Tú quieras, quiero, esto sí, darte mucha gloria a Ti, muchísima gloria, de la manera que Tú quieras y como Tú quieras[403].

Así explicaba ella la necesidad de cumplir en todo la voluntad de Dios. “El camino de la santidad tiene este título: "Hacer la voluntad de Dios, quien desee caminar por aquí". En esto es en lo que debemos fijar nuestra voluntad, hijas mías, esto es lo que debemos grabar en nuestro corazón. Es cierto que la voluntad de Dios es muchas veces penosa para nuestra naturaleza, cuya tendencia es, hijas mías, el yugo que es necesario sufrir y la carga que es preciso llevar. Pero si nos adherimos a esa voluntad y la amamos, este yugo se hace suave y la carga muy ligera”[404]

En el número anterior ya he anticipado la unión estrecha que la Madre vive entre dar gloria a Dios y cumplir su voluntad, inseparables con el sufrimiento, todo tipo de sufrimiento, no sólo el físico, Jesús, quiero sufrir para que Tú no sufras y que me des, eso sí, muchos sufrimientos. ... Bien, Jesús mío, pero ¡muchos! que sí lo puedo soportar, cuerpo ya tengo para ello y salud también; dame, Jesús, todo lo que Tú quieras pero sobre todo tus sufrimientos y que no se den cuenta ninguno en casa[405]. “No, Jesús mío; no, yo no quiero nada más que darte gloria y poder morir Contigo, junto a Ti. No tengo otro deseo que morir, vivir sí, sufriendo el tiempo que Tú quieras, pero morir, Jesús! y morir a la hora que Tú quieras, para darte gloria y estar allí sufriendo sin que ninguno lo sepa, que si no todo son cosas raras, ¡no, Jesús mío![406]. “Yo solamente quiero darte gloria a Ti sufriendo todo aquello que Tú creas, sólo por tu amor, para tu alegría y nada más. Quiero ser toda tuya para darte gloria, Jesús[407]. “De todas formas, Jesús mío, a mí me interesa esto: yo quiero darte mucha, muchísima gloria; quiero sufrir por Ti y quiero morir amándote, morir sufriendo todo lo que Tú permitas: porque me pruebas o porque tiene que ser así ..., yo eso no lo quiero saber, sólo me interesa saber que Tú no te has cansado de mí y que yo puedo estar Contigo; ¡esto sí, Jesús mío![408]


[391] Pan 8, 244-45

[392] Pan 9, 61

[393] Pan 18, 696; cf. Pan 18, 1182

[394] Pan 18, 1468

[395] Pan 22, 465

[396] Pan 22, 467

[397] Pan 22, 469

[398] Pan 22, 1195

[399] Pan 22, 226

[400] Pan 22, 362

[401] Pan 22, 469

[402] Pan 22, 516

[403] Pan 22, 516

[404] Pan 8, 267

[405] Pan 22, 469

[406] Pan 22, 545

[407] Pan 22, 616

[408] Pan 22, 619