1. En qué consiste la santidad que vive la Madre en los éxtasis

Este es un tema que constituye una verdadera obsesión para la Madre. La Madre no conoce otra meta, otro proyecto espiritual, otra vivencia íntima que la propia santificación. Si estamos al texto de los éxtasis, prácticamente desde el 15 de Agosto de 1968, (año en el que prácticamente la Madre termina las grandes obras que el Señor le pide), hasta el final de las grabaciones el 29 de Abril de 1974 las preocupaciones de la Madre tienen un tema monográfico que absorbe las aspiraciones, los deseos, la oración extática y el trabajo formativo de las dos Congregaciones: la santificación de sus miembros. Prácticamente no existe otro tema en los éxtasis de este período. Es la oración más insistente y prolongada que la Madre hace

Aquí la Madre no aborda definiciones de la santificación en el A. M. como hizo en los libros catequéticos y exhortativos. Allí la Madre había dado tres “cuasi definiciones” de la santidad. La Madre enseñaba: “La santidad consiste en vivir en Jesús y él en nosotras primero por el deseo y luego por la posesión”. “Hijas mías, no hace mucho me decía una de VV. CC. Que desearía saber en qué consiste la verdadera perfección y a mí me parece, o mejor dicho, creo que ella consiste en la posesión de Jesús por el amor (las Constituciones nos dicen “la perfección de la caridad como presencia del amor de Dios en nosotros) y así entiendo que la religiosa más perfecta y santa es aquella que más le ama” “La perfección, hijas mías, consiste en la unión de nuestra alma con Dios”. Las Constituciones toman esta afirmación de la Madre: “la perfección de la caridad como presencia del amor de Dios en nosotros”. “La santidad consiste, hijas mías, en vivir para Dios y según Dios”. “Hemos de tener presente que la perfección no es otra cosa que el amor a nuestro Dios y a nuestro prójimo”

Como se ve, son afirmaciones escuetas, un programa de vida de entrega a Dios sintetizado en pocas palabras. Cada una de estas frases puede ser una auténtica descripción de la santidad en el A.M., pero ante esta variedad de “definiciones” nos encontramos con la dificultad de siempre: cada frase o “definición” recalca y acentúa un aspecto de la santidad en detrimento de otros. Sólo tomando todas estas “definiciones” en conjunto podremos captar con mayor propiedad y amplitud lo que la Madre consideraba como verdadera “santidad” en el A.M.

En Pan 22, la Madre no catequiza: habla con Dios de la necesidad de santificarse ella, los hijos y las hijas. No hay lugar para exhortaciones catequéticas. Dios sabe muy bien lo que es la santidad y no necesita que se lo recuerden. Hay lugar sólo para vivirla, para pedirla y para manifestar a Dios el deseo de alcanzarla.

Aun siendo esto verdad, de las peticiones que hace, de las súplicas que dirige a Dios y de los sentimientos que la embargan en este campo se puede atisbar el tipo de santidad que perseguía la Madre.

Ante todo, la Madre deja muy claro que la santidad es un don de Dios. Hay que pedirlo, hay que pedir poder vivirlo porque supera nuestras fuerzas. “Haz, Jesús mío, que todos ellos sean santos, ¡Ayúdales Señor![513].

Para mí lo más grande es pensar que Tú te encargas de todos ellos y ellas, que no les dejarás nunca solos, que les ayudarás y unidos a Ti se santificarán”[514].

“Quiero que me ayudes a santificarme, Señor, que yo pueda estar segura de que estoy Contigo; ayúdame[515],

Estáte conmigo y yo Contigo; que podamos decir que Tú estás en mí y yo en Ti, que estamos unidos. No nos desunamos nunca, unámonos y también a estas criaturas”[516].

Así es que, Jesús mío, es una gran parte del trabajo para Ti, porque Tú dices que te encargas de ellas, ¡yo contenta!”[517],

Ayúdalas Tú, Jesús, ayúdalas para que sean verdaderas Religiosas, verdaderas Esclavas de tu Amor Misericordioso que es lo más grande!”[518].

Quiero pedirte, esto sí: la gracia de que mi alma esté siempre como Tú la quieres ver; que Tú te puedas recrear en ella y que no te sea duro o brusco el encuentro con mi alma: hoy, mañana, jamás, ¡jamás! ¡No, Jesús mío![519]

“Y a mí ayúdame, Jesús mío, para que yo pueda sufrir y amar, las dos cosas a un tiempo: que yo pueda sufrir mucho pero amándote también mucho, Jesús”[520]

“No es que los tienes junto a Ti; es que te das todo a ellos; eres todo para ellos y Tú sólo te preocupas de ver si avanzan, si se comportan bien o no. Jesús mío, ¡enhorabuena por tu fortaleza! ¡Enhorabuena por tu fortaleza y valor!”[521]

Dales la paz. Ayúdalas para que vivan como Tú quieres, sean lo que Tú deseas y no piensen más que en darte gloria a Ti y también a la Iglesia; ¡ayúdalas, ayúdalas![522]

“Yo vengo a que Tú me ayudes y Tú ayúdame, Jesús mío, que yo también estoy dispuesta a ayudarte a Ti, Jesús. Di lo que quieres de mí y aquello que Tú quieras; con tu ayuda estoy pronta, Jesús mío, estoy dispuesta[523].

Hazlo, que poder tienes; Tú puedes hacerlo; que quieran amarte y que te amen; que quieran vivir Contigo”[524]

“Quisiera, Jesús mío, poderlas infundir ese amor ... quisiera que vivieran para amarte a Ti y basta; eso es lo único que les debe interesar[525]

“Hazlo con estos hijos, que se unan fuertemente, que no vivan de presentes presunciones, que vivan de amor, que te amen fuertemente. Pero el amor, Jesús mío, Tú tienes que meterlo dentro, porque, si no, no entra tan fácilmente![526]

Quiero sentir tu alegría, quiero vivir de Ti, Jesús mío y vivir Contigo, vivir unida a Ti, pero unidos de verdad[527].

El corazón y la mente dentro de ello para la santificación de los hijos y tu gloria, Jesús, son estas dos cosas: la santificación de los hijos y tu gloria. Y que así, Jesús mío, estemos siempre unidos con este lazo de amor; ¡hazlo, Jesús mío! ¡Hazlo! y verás que estás Tú mejor también, no sufres tanto, ¡hazlo, Jesús mío![528]

“Eso, nosotros como verdaderos hijos e hijas, tengamos la dicha de unirnos como las piñas y unirnos a Ti, Jesús mío y Tú con nosotros[529]

Que estén Contigo, Jesús; ayúdales Tú, ilumínalas y haz, Jesús mío, que sientan esos deseos, esa ilusión y ese gusto para que no se separen jamás de Ti. Que vengan sí a decirte las cosas que les suceden, a decirte lo que ellas quieran, pero, Jesús mío, que tengan el paraíso el día de mañana[530]

”Ayuda a las hijas, ¡ayúdalas, Jesús mío! ilumínalas, que te vean sólo a Ti en las cosas, Jesús mío; ayúdalas, Jesús de mi vida! Ayuda a las hijas y ayuda a los hijos; ayúdales, Jesús mío! malos no son, malicia no les veo, Jesús mío, no les veo con malicia[531]

Santificarnos, Jesús mío, ¡ayúdanos! Ayuda a las hijas; verdaderamente harán cualquier cosa que no agrade mucho a las mayores, pero tienen buena voluntad y deseos de santificarse; ayúdalas Tú, Jesús mío, ayúdalas para que aprendan bien el camino de su perfección. Que se unan a Ti, Jesús mío! que son jóvenes; que se unan a Ti y que vivan para darte gloria, Jesús mío!”[532]

Que estos hijos con las hijas vivan como verdaderos padres y madres; como hermanos está bien si tienen fundamento, pero como padre e hijo, como hija y madre. Que cuando el corazón esté lánguido, acudan a Ti; que sientan el deseo de avanzar; que no sean como jóvenes anémicas que no pueden andar, que les da lo mismo dos que tres; ayúdalas Tú[533]

“¡Hazlo, Jesús mío, hazlo! hazlo, porque son ... es la juventud; están llenas de vigor y no se dan cuenta muchas veces de lo que dicen ni de lo que hacen, ni de cómo lo dicen; pero Tú, Señor, ya conoces el deseo que tienen de santificarse ... no habrán acudido a Ti todavía ... sí, de esa manera que acude toda la gente, pero ellos tienen que ser diversos, tienen que vivir de modo que el hombre viejo baje la cabeza y les deje en paz: ¡hazlo, Jesús mío![534]

“Que ni los hijos ni las hijas vayan girando de acá para allá sino que aquí mismo, como Tú estás sufriendo ... que también los hijos y las hijas tengan ese deseo, esa necesidad de vivir contigo; ayúdales, Jesús mío y dales salud y mucha paz en el alma, ¡hazlo, Jesús![535]

Bien, Jesús, Tú te vas y yo también; intercede por nosotros, intercede por los hijos y las hijas y haz, Jesús mío, todo lo que puedas - y puedes tantísimo - para que los hijos y las hijas lleguen a ser aquello que Tú quieres, aquello que Tú deseas, aquello que a Ti te anima más, ¡hazlo, Jesús mío!”[536]

“Acoge a estos hijos con ánimo fuerte, con corazón fuerte, que les puedas avisar y tenerlos Contigo, ayudándoles, hazlo, Jesús mío, hazlo, Jesús mío; verás que la cosa es que ... Yo no sé, Jesús mío, lo que podría hacer[537]

Yo, Jesús mío, sólo te pido que Tú me des aquello que quieras (dirige el alma con gracias especiales y personales), pero que no me quites ni el dolor de las cosas que sufro ... que sufro tanto con ellas, ¡no, Jesús mío! no quiero hacerte sufrir a Ti, quiero amarte fuertemente, quiero vivir para amarte y quiero amarte para vivir; ¡hazlo, Jesús mío[538]

“Tenlo en cuenta Tú, Jesús, lo que ellas se mueven, lo que hacen, con el entusiasmo que lo hacen, con la voluntad que lo hacen y que les sirva todo para su santificación; hazlo, Jesús mío, Tú puedes hacerlo y yo te lo pido a Ti porque estoy segura que lo puedes hacer y que tu corazón no te dirá que no[539]

“No daría nada por ir, sí por verlos santificados, sí, me daría mucha pena si no los viera; quiero verlos santificados por Vos, Jesús mío, santificados por Ti, Jesús mío, dada la sentencia por Ti y que puedan estar tranquilos; ¡hazlo, Jesús mío!”[540]

“Yo los quisiera ver a todos junto a mí, ... sabiendo que están bien, que están unidos a Ti, Jesús mío; no quiero otra cosa sino que los hijos se unan a Ti como a su Padre, pero ¡qué Padre! pero ¡qué Padre lleno de amor![541]

Los éxtasis de la Madre no tienen finalidad catequética como en varias ocasiones he apuntado. Son confesión de sus deseos y metas ante Dios en forma de oración. De aquí que hacen afirmaciones escuetas, llenas de significado, pero no explicadas. Si la Madre no las explica, me parece una barbaridad hacerlo en este escrito. De aquí que me limitaré sólo a reflejar escuetamente, sin comentarios, como he hecho arriba, lo que la Madre afirma y que quien lea este escrito “de plomo” saque sus propias conclusiones. .

Intentando simplificar y resumir la acción que Jesús realiza en las almas según los éxtasis de la Madre y sintetizando el por qué la santidad en el A. M. es una gracia de Dios según se desprende de los éxtasis de la Madre, podríamos decir lo siguiente:

- Dios sigue y se preocupa de todos para que se santifiquen porque “es Padre y qué Padre, Padre lleno de misericordia

- Dios se encarga, él en persona, de todos los consagrados en el A. M., los toma bajo su cuidado y no les dejará nunca solos

- Dios pone su omnipotencia a servicio de mi santificación y ayuda, como Dios que es, implicando su omnipotencia

- Dios toma cuidado personal y protege individualmente en el camino de la perfección de cada religioso del A. M.. “Sé Tú el que cuidas este nido y si ves que en él hay pajaritos que no valen nada, ¡fuera, lejos!”[542] (quien no desea ardientemente santificarse, fuera de la Congregación: tremendo)

- Su única “preocupación” es ver si avanzan en la santidad sus “protegidos

- Dios Padre ayuda a llevar la cruz, suscita el deseo de sufrir con él por amor

- Concede al alma que trabaja seriamente en la santificación su paz

- Nos ayuda cuando ve que también nosotros intentamos ayudarle a él santificándonos

- Tiene que ayudar al alma porque Dios Padre tiene poder para “cambiar la situación del alma” para que se santifique

- El amor del alma hacia Dios lo suscita él y él hace que el alma lo ame y que quiera vivir con él

- El amor hacia el prójimo lo suscita y lo infunde él

- La unión de la misma Familia la crea él: quita toda “presunción”, hace vivir “el presente y lo mete bien adentro” el amor de Familia en el íntimo de cada consagrado en el A. M. Todo esfuerzo humano por vivir el amor de Familia en el A. M. , si no lo mete bien dentro Dios, “no entra fácilmente

- Vivir unidos en las Congregaciones como piñas” lo genera él y lo lleva a plenitud él

- Él mete “el corazón y el almadentro del deseo de santificarse

- Él da al alma como regalo el “gusto de santificarse”, “de estar con él”; de ver su presencia y constar su ayuda, iluminaal alma y “hace sentir esos deseos, esa ilusión y ese gusto” y da todo esto para “para que no se separen jamás de Él”

- “Si ellas son Esclavas de tu Amor, Tú serás Misericordioso, Tú serás también esclavo de su amor”[543].

- Él “ilumina” para que el alma “te vea sólo a Ti en las cosas”

- Hace “aprender bien” el camino de la perfección

- Infunde en el alma de los consagrados en el A. M. “la paternidad y la maternidad” de A. M. y “la fraternidad” congregacional

- Infunde la peculiaridad de santificación en el A. M. “Pero ellos tienen que ser diversos, tienen que vivir de modo que el hombre viejo baje la cabeza y les deje en paz:”

- Él dirige al alma con gracias personales e individuales, según el camino de santificación de cada uno

- Él crea la fortaleza del alma

- Él tiene en cuenta el trabajo, el entusiasmo y la voluntad con las que el alma busca la santificación y cambia la acción, los deseos y los sentimientos en forma que todos ellos ayuden a la santificación

Resumiendo ahora con palabras nuestras esta acción de Dios e interpretándolas en lo que se puede, podrías afirmar lo siguiente:

1. La Madre tiene una conciencia, que impregna hasta la última célula de su alma, de que en este campo de la santidad ella no puede hacer nada. Todo es acción de Dios, don de Dios y tarea principal de Dios. Ella sólo puede colaborar con Dios en esta tarea. En la santificación de A, M, Dios es el protagonista, el que más desea que nos santifiquemos, el que más trabaja para que todos nos santifiquemos. El no colaborar debidamente y cerradamente con Dios en la santificación imposibilita la acción de Dios, es dejarlo solo y es un querer engañar a Dios

2. Por eso “pide” y “suplica” a Dios que la “ayude” en esta tarea. Su oración acorada manifiesta su convicción profunda de que la santidad es algo divino, superior a las fuerzas del alma. El cambio de sí misma y de los demás es gracia que hay que “implorarla” sin descanso. El primer paso para santificarse y hacer que los demás sean santos es “arrodillarse” y pedir incesantemente que Dios nos lo conceda. (Esta ha sido una constante en su vida y en su enseñanza: quien desee santificarse y santificar debe ganarse con su oración y vida (colaboración) la santidad personal y el cambio de vida de los demás. Lo enseñó de palabra, pero en los éxtasis lo manifiesta vivido en ella: en el trabajo y en el cuidado de la comunidad (válido pata todos, pero principalmente para los superiores) lo primero debe ser la oración, suplicar a Dios. No puede darse cambio en nosotros mismos ni en los demás sin habérselo “ganado” de hinojos y en la súplica[544].

3. Debe ser súplica “incesante”. Llama la atención esta insistencia de la Madre, ella que estaba en el grado de santidad de la “inmolación”; suplica a Dios que la ayude a santificarse, que ayude a sus hijos e hijas a santificarse. No hay versículo desde los primeros éxtasis grabados hasta el último, donde no esté presente esta petición. Hasta ella misma tenía la impresión que “rompía la cabeza a Dios” pidiendo siempre lo mismo, de “aburrir a Dios”, de “cansar a Dios” elevando a él la misma petición. No porque no sabía pedir otra cosa, sino porque estaba percatada de que todo comienza en ese punto. Por eso la oración para que Dios nos ayude a santificarnos debe ser “incesante

4. Y esto es válido para el apostolado en el A. M., para el trabajo en el A. M., para vivir una fraterna vida comunitaria, para mantener el fervor congregacional, para hacer que quien se aleja del espíritu congregacional vuelva al buen camino, etc. En todo está Dios como primera fuente, todo es gracia divina y el primer medio es obtener el favor de Dios. (¿quién no ha caído en el error de pensar que para remediar algo en la Congregación o para obtener algo bueno en la comunidad o para ser santos individualmente, es suficiente poner en acto algunas decisiones, observar algunas normas halladas por nosotros y confiar el resultado a la ciencia humana o al proyecto humano?). La Madre nos dice que veremos sólo fracaso


[513] Pan 22, 418: cf 483

[514] Pan 22, 506

[515] Pan 22, 536

[516] Pan 22, 546

[517] Pan 22, 590

[518] Pan 22, 600

[519] Pan 22, 612

[520] Pan 22, 661

[521] Pan 22, 641

[522] Pan 22, 692

[523] Pan 22, 489

[524] Pan 22, 728

[525] Pan 22, 733

[526] Pan 22, 739

[527] Pan 22, 742

[528] Pan 22, 758

[529] Pan 22, 760

[530] Pan 22, 797

[531] Pan 22, 845

[532] Pan 22, 892

[533] Pan 22, 894

[534] Pan 22, 917

[535] Pan 22, 925

[536] Pan 22, 929

[537] Pan 22, 933

[538] Pan 22, 942

[539] Pan 22, 964

[540] Pan 22, 870

[541] Pan 22, 965

[542] Pan 22, 483

[543] Pan 22, 600

[544] Cf. el libro “Para que aprendan a ser padres y madres